A Baños, Un Paraíso, Un Pueblo

Qué hermoso es contemplar la agonía del día desde el "Café del Cielo" en Luna Runtún.

Bajo el embrujo de una música tenue, bebiendo el aroma de un café silvestre, como pendiendo en el vacío de agrestes abismos veo caer la tarde. Las montañas van cubriéndose de un manto gris imperfecto que satura el ambiente de soledades frágiles, mientras en el ocaso, las nubes que han salido de su escondite
diurno se visten de colores y de formas brillantes, despidiendo resplandores sobrios
que dibujan perfiles vespertinos.

La ciudad de Baños se adormece en un instante y así, muy repentinamente, las luces emergen por sus calles y parques convirtiéndola en un jardín flotante en el
vacío oscuro de la bruma.

Las torres de Ia iglesia se tornan magistrales, con colores de encanto, dando el equilibrio perfecto a la majestuosidad del paisaje. Los montes se han quedado aletargados, flotando entre las nubes, colgados de la noche. La vida se vuelve muy serena.

Fascinado por aquellos efectos y contrastes vivenciales que se quedan grabados en lo más hondo de los sentimientos, entre lo efímero y Io eterno, mi espiritu retorna sereno y se posa callado en el silencio de este lugar cautivador y regresa tranquilo, embríagado de embelesantes percepciones, hasta volver de nuevo en otras tardes, a disipar aqui, los cansancios humanos 




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