La voladora de Illuchi

Este relato es muy familiar para las gentes de Illuchi. Contada por José Soria, Familia Freire, Leonor Mariño.

Leyenda la Voladora de Illuchi

Tras de las lomas que se levantan frente a la ciudad de Baños, atravesando el Pastaza, existe un conjunto de pequeños caseríos que pueblan la comarca de llluchi.

Sus habitantes, producto de migraciones continuas lo han enriquecido con significativo folclor de diferentes orígenes y manifestaciones.

A este propósito viene el recuerdo de la siguiente vivencia:
Muy cerca de las ruinas de una antigua habitación, ciertos agricultores removían la tierra y de vez en cuando arrojaban fragmentos de cerámica y de cristales a un hoyo.

Averiguada la razón de tales restos, nadie supo dar una explicación satisfactoria a excepción de uno que en pocas palabras expresó: "Aquí murió la bruja"...!

La respuesta avivó la inquietud de saber quién había sido la bruja. En el caserío todos sabían del personaje por referencia de sus antepasados. Las versiones eran distintas pero en el fondo  coincidían con un mismo acontecimiento.

En aquellos tiempos en que la gente se desplazaba de una región a otra acosada por milicias y reclutamientos, llegaron algunas familias al lugar hasta entonces deshabitado. La tierra estaba a disposición de quienes querían trabajarla o apropiarse dando con ello margen a envidias y ambiciones.

En tales circunstancias apareció cierta familia cuyas costumbres salían del contexto comunitario que la miraba con recelo, enderezando a ella los comentarios y sospechas por la muerte de animales envenenados, la sal esparcida en las siembras y hasta por las enfermedades oscuras.

La mayor antipatía señalaba a una mujer de miradas enigmáticas que vivía separada de su familia en un paraje distante y solitario llamado La Provincia.

Los transeúntes que en veces se veían precisados a pasar por cerca de la habitación aquella, referían cosas extrañas que les causaba erizamiento de los cabellos o desmayos. Hasta llegaron a afirmar haber escuchado alaridos en el interior de la habitación que atribuían a trato íntimo de la mujer con el diablo.

Por aquel tiempo vino a habitar en Illuchi otra familia que en cambio supo ganarse la simpatía de todos por su colaboración con la comunidad. Principalmente había una señora caritativa que recibía en su casa a muchos enfermos del mal oscuro, viruela, el espanto o mal de ojo repentinos, voces funestas. Estremecimiento insólito palideció los rostros ante un prolongado gemido que salió de la habitación y fue a perderse con dirección al Pastaza.

Entre sus virtudes, acompañaba a rezar en los velorios; sabía la letanía de los santos y el "tono de las vacas" (magnifica).
Aconsejaba a los mal casados, sabía de conjuros contra el maligno.

Entendía tantas cosas y artes ocultas incluyendo el derribamiento de brujas tendiéndose con brazos en cruz y miradas al cielo. Cuando la solitaria de La Provincia tuvo  conocimiento del particular, se encolerizó grandemente y desató toda clase de persecuciones. los enfrentamientos tomáronse en escándalo del caserío porque se insultaban a gritos acusándose recíprocamente toda clase del maldades, hasta que una vez la rezadora fue agredida por la anterior.

La venganza no se dejó esperar. la noche del 30 de agosto en que había fiesta de brujas en Runtún, escucháronse alaridos en una sementera cercana al camino. Varios vecinos concurrieron al lugar y con sorpresa reconocieron a la accidentada. Tenía rotas las piernas y el espinazo a consecuencia de la caída.

Hasta el amanecer se quejaba en la habitación sin haber quien la atienda. Cuando todo quedó en silencio, muchos llegaron con ceras benditas porque había entrado en agonía. Temblaba en convulsiones vomitivas sosteniendo con ambas manos la lengua que se le arrancaba entre hilos de baba sanguinolenta.

Entrada la noche, la habitación fue invadida por moscardones y más insectos repugnantes que en zumbido persistente causaban hedores, sin embargo la gente seguía llegando atraída por la curiosidad y comentarios. Sólo faltaba la rezadora.

En el interior de la habitación iluminada por cirios benditos había pocas personas que rezaban entre dientes. De pronto las ceras comenzaron a palidecer hasta que lentamente quedó en tinieblas. Apiñados de unos a otros los asistentes temblaban de suspenso. El hervor gutural de la moribunda había calmado y todo estaba en silencio pavoroso. Alguien sobreponiéndose al miedo encendió nuevamente las ceras. El cadáver cual tizón hallábase tendido con los brazos abiertos y la lengua al pecho.

Nadie pudo dormir el resto de horas, a causa de ruidos siniestros que conturbaban los alrededores: relinchos, golpes 

Al amanecer casi no había acompañantes. Los pocos improvisaron una rústica caja mortuoria, pero no había quien ayudase a conducir el cadáver al cementerio. Cuatro personas caritativas tomaron en hombros el ataúd y sin más acompañamiento que un Cristo deforme y ennegrecido por el tiempo, emprendieron la marcha.

Sudorosos llegaron al puente de San Francisco, pero una banda de cuervos salió repentinamente del encañonado y en furiosa arremetida obligó a descansar el féretro.

Las aves pasaban dando aletazos al ataúd sin que hayan piedras suficientes para ahuyentarlas. Alguien tomó un guijarro de la peana de la cruz del camino y logró derribar a una de las aves invasoras con lo que huyeron las demás.

Mas al retomar el ataúd para continuar el camino, estaba tan liviano que no se oía sino el rodar de piedrecillas al fondo. Sin hallar explicación y poseídos de miedo arrojaron la maltrecha caja a los abismos y retomaron a contar lo sucedido.

Ha transcurrido tanto tiempo desde aquel acontecimiento que conmovió a Illuchi y a sus alrededores pero la gente no olvida y lo conserva latente para conversar en cualquier reunión o velorio.

  • Libro: Leyendas y Tradiciones de Baños
  • Autor: Enrique Freire Guevara



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