Los Coheteros

Postales del Ayer presenta las fiestas populares desde el 30 de septiembre con el repique de las campanas. Así son las Historias y Recuerdos de Baños

Fiestas Populares

En Baños de Agua Santa, las campanas de la iglesia tocan el "Mediodía". Es el 30 de septiembre. Se ha dado comienzo a las vísperas de la primera fiesta de octubre a cargo del barrio Oriente o del "Teatro Viejo" y cuyos priostes son los Silva, los Núñez, los Espinoza, "el Caballero" señor Espín y todos cuantos habitaban en la intersección de las calles 12 de Noviembre y Oriente. Junto a los repiques de fiesta, truena el primer volador que retumba en los montes con un eco largo que comienza en la cuchilla y muere en Bellavista, como recorriendo sonoramente los contornos de Baños avisando que las fiestas se han iniciado. La banda de Cubijles entona la primera melodía: un "saltashpa" y el "Chimborazo", comienza su baile junto al alborozo de los priostes que reparten chicha y aguardiente. 

Postales del Ayer

Desde meses atrás, don Aquilino Pazmiño ha comenzado a fabricar la volatería que servirá para alegrar los días festivos: voladores, sogas, cuyes, torpedos, junto con las vacas locas, los pequeños castillos, los globos de un fino papel que se elevarán hacia el cielo, convirtiéndose en una pequeña luz brillante en la oscuridad del infinito. 

Frente a la iglesia, mientras la banda toca con un compás desacompasado, don Aquilino, con su habilidad, serenidad y dominio de nervios, lanza los voladores al aire, levantando su brazo y dejando escapar el artefacto de sus manos, el preciso momento en el que el volador toma fuerza para lanzarse a las alturas. El, no necesita de botellas ni de ningún aparato que sostenga al volador, parece que entre los dos hay una comunicación que hace que este se despegue de sus dedos el momento exacto en que toma impulso para volar y romper con su fuerza el velo del silencio. 

A las cuatro de la tarde, nuevamente el estrépito de los voladores anuncia que la pasada de flores está en camino. Don Aquilino va adelante, lanzando al aire su obra de arte que rasga el viento con el silbido característico del "cohete," que retumba en los montes al estallar en el espacio. El humo que deja cada volador, nos va guiando para saber por donde se encuentra la "pasada" y así poder salir a observar el paso de los priostes, para luego comentar cada incidente, lo bello y lo feo, lo florido y aún cómo iban vestidas las vecinas del barrio. 

Por la noche, los repiques del Ángelus, la banda, el Rosario, la Bendición y los estruendos profundos de los voladores. Don Aquilino y sus hijos mayores están en plena faena. Ahora, a más de los truenos, alumbran la noche bellas estrellas de colores que se desgajan en la obscuridad. Los globos inflados con un "mechero" por esta familia de "coheteros" llevan un mensaje de luz que se pierde en la distancia. La banda se marcha y todo va quedando en silencio. Los palos de las carpas de la plaza parecen figuras esqueléticas que se mantienen inmóviles poniendo una nota especial en la bruma tenebrosa. 

A las cinco de la mañana, la banda entona su canción preferida propia de la hora: "Levántense, priostes, vamos a la romería" y comienza luego el fragor que despierta a todo el pueblo. La procesión ha comenzado y ya no solamente son los voladores. En cada esquina hay la detonación de las sogas, estampidos que se producen seguidamente hasta terminar con una explosión grande, fuerte, desgarradora, pero que ponen la nota festiva en cada cuadra. No sé cómo don Aquilino puede encender la mecha y lanzar la "soga" sin que ni siquiera una chispa dañe su piel. Ahí va, con su hijo a su lado llevando el ramillete de voladores y de "sogas" que ponen el bullicio en las mañanas claras y frías de verano. 
Esa es su profesión, no pudo dejarla ni siquiera cuando en una mañana de un día aciago, una chispa de candela contagió la pólvora que servía para hacer la volatería y su casa estalló en llamas, dejando una secuela de dolor que casi les cuesta la vida. 

Historia de mis recuerdos 

Cuando don Aquilino partió a la eternidad, se fueron también sus voladores, sus sogas y sus globos y ahora, la gente ya no quiere escuchar aquel bullicio festivo, ni siquiera en las noches, peor en las madrugadas; piensan primero en los turistas y los ecologistas quieren desterrar el ruido para cuidar la salud de la naturaleza. Asi, las "sogas" no volverán a despertarnos en las fiestas de octubre y los guambras no podrán correr al sitio del estallido en busca de los truenos que no reventaron, para sacarles la pólvora y producir los fogonazos que demuestren su heroísmo. 
 




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