Caramelo artesanal Don Manuelito

Desde 1890, en Cevallos, la familia de Don Manuelito elabora los dulces y melcochas que llenan de alegría las fiestas populares de Mocha, Quero y Tisaleo.

¿Qué debes saber?

  • Don Manuelito ofrece maní, colaciones, chocolatines, paletitas de colores, gallitos, canastas y bastoncitos para los árboles de Navidad y cucharitas de caramelo para finados.
  • 4 generaciones de cevallences, desde 1890 mantienen vivas las recetas tradicionales de los dulces de Tungurahua.
  • El precio promedio es de 50 centavos la fundita de 10 unidades.
  • Atienden en la avenida 24 de Mayo y Juan Abel Guevara, los jueves, viernes, sábados y domingos.
  • Don Manuel sigue vendiendo sus golosinas en las fiestas de pueblo de Mocha, Quero, Tisaleo, donde suene un volador, ahí está don Manuel.
  • Para conocer la dulcería se paga 50 centavos de dólar con derecho a una degustación.

Tablas de multiplicar para mantener el orden

¿Qué pasa cuando en una mesa, repleta de caramelos y dulces de vividos colores, 7 hijos participan del proceso de elaboración de golosinas? Uno pensaría en cómo evitar que los niños devoren los dulces. 

Pues bueno, hace varios años, allá por 1890, doña Manuela ya ideó una fórmula para evitar el caos.

Las tablas de multiplicar fueron la solución y es que todos los presentes, grandes y niños, mientras estaban cerca de la mesa, debían responder con agilidad una operación matemática, ¡y ay al que no respondía!

Buena técnica, pues permitió que los niños no solo aprendan los secretos de la elaboración bastoncitos de caramelo, sino que además permitió que en ellos se forje el carácter y la disciplina, que ha permitido que los dulces y melcochas de Cevallos se mantenga por 4 generaciones.  

Esta historia empezó con doña Manuelita, una melcochera oriunda de Pelileo, que viajaba de feria en feria vendiendo sus dulces. De ahí que ella siempre pasaba por Cevallos acompañada de un pequeño burro, en los años en los que Cevallos se llamaba Capote Bajo.

Por azares del destino las autoridades de esa época, prohibieron las ventas ambulantes en Pelileo, por lo que doña Manuelita se trasladó con su familia a Cevallos.

Juegos entre caramelos y melcochas

En Cevallos inicia esta historia de emprendimiento, su hijo, Manuel, fue quien heredó esta tradición, en esas épocas apenas se producían dos golosinas: las bolitas de melcocha y las cañitas. Manuel pasó su niñez fabricando esas golosinas y claro está, aprendiendo a multiplicar.

A los 14 años, Manuel le propuso a su mamá, hacer una innovación, cambiar la panela por la azúcar para fabricar su inventó: “El boca llena”, unas bolotas de caramelo de azúcar que se vendían en ferias y festividades en Mocha, Quero, Tisaleo.

Esta tradición se mantuvo a través de toda serie de eventos, revoluciones, terremotos como el de 1949, eventos que fueron superados gracias a la persistencia de Don Manuel.

Chocolatines de maracuyá

En el 2015 Manuel dio un salto, amplió su oferta, ahora con bolitas de colores, chupetes, gallitos, canastas, cuezcos, colaciones y un nuevo invento, los chocolatines de maracuyá.

Ya a la moda de la comida saludable, sin colorantes ni preservantes esta golosina terminó siendo un éxito tan loco, que pasaron de vender caramelos al menudeo, a entregar pedidos de 400 y hasta 500 fundas de chocolatines. 

Tal fue el éxito que ya para el 2019, los chocolatines fueron de frutas de temporada: claudia, jengibre, arándanos, moras, jamaica y uva.

En ese año, una tercera generación tomó la posta del negocio, Patricia la hija de Don Manuel logró que la dulcería fuera incluida en la ruta turística del Tren del Hielo.

Los turistas llegan en el tren

Incluir el negocio como actividad para los turistas que llegan en el tren, es sin duda uno de los hitos más trascendentes de la dulcería.

Hay que recordar que doña Manuelita y el mismo Manuel, vendían sus golosinas en ferias de pueblo, prácticamente eran nómadas en constante movimiento. La ruta del tren provocó la apertura del primer local, luego de 129 años de historia.

Las bolitas de colores son la golosina que más llena de orgullo a esta familia, pues para enfriar estos caramelos se utiliza una piedra que ha sido heredada de generación en generación.

Patricia cuenta que conversa con esta piedra, diciéndole, “hay mi piedrita, como soportas el calor para que mi familia pueda encontrar un mejor futuro”.

Hoy, una cuarta generación, los hijos de doña Patricia, se están preparando para heredar esta tradición, para ello se reúnen en la vieja mesa de cocina, y por supuesto, responde con precisión, la operación matemática que su abuelo les plantea.




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